martes, 10 de noviembre de 2009

Sueñitos rojos

Se duchaba. Apenas le dolía, cómo un latido ligero. Lavaba las bragas para que no quedara rastro. No era mucha, pero la sangre se escurría por las pequeñas piernas. Salía de entre los vellos del pubis. No había alcanzado a secarse, todavía estaba húmeda.

Eran cerca de las diez y fue directo al baño. A mirarse y a limpiarse. Él le dio un aventón en su coche, cómo muchas veces. Se detuvo a unas cuadras de su casa. La empezó a besar, como muchas veces. “Déjame si?, no te va a doler, después de esto, todo será gozar”, le dijo, como muchas veces.

Estaba la puerta del carro abierta, Nicolás se había bajado y embestía parado y amparado por la noche en las calles desiertas. Ella lo dejaba hacer y le abría paso entre sus piernas. De repente sintió más dolor que placer y lo retiró con un susto congelado. No se le olvida ese momento, él se lo dijo, pero ya no recuerda más que una lengua muy extraña tratando de hacer explotar un bosque mojado.

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