Como en el canto de un limosnero, sonrío y pido amor.
Me ahogo en el manantial de agua más pura y me reseco en mi sed.
El viento y una brisa refrescante acarician mis sentidos y yo ardo en mi calor.
Puedo caminar, correr, saltar, volar... y la inmovilidad pone una barrera de ataduras en mi camino.
Son míos un tiempo y un espacio tan infinitos como la imaginación; y sin embargo, solo vivo en el segundo y en el lugar que comparto contigo.
Como en la triste soledad del mendigo, sonrío y pido amor.
Noviembre 16 de 1993.
No hay comentarios:
Publicar un comentario