“Apareció en la cocinita donde yo pasaba el café, envuelta en mi bata. Le quedaba enorme y parecía un payaso. Sus pies descalzos eran los de una niña.
Estaba muy cómica así, con sus pelos revueltos y esa bata que arrastraba por el suelo. Me acerqué a ella y la abracé. La sentí muy frágil, temblando. Pensé que si apretaba un poco el abrazo, se quebraría, como un pajarito.”
Mario Vargas Llosa, Fragmento
Ternura a mares, una explosión que sonríe. Dar, solo eso. Guardar el abandono que nos hace más fuertes. Un día, un segundo, un existir, qué importa. Dejarse ir.
En el abrazo, lentamente hierve mi sangre y se hace azul o de niebla. Mi mano va a su sexo, con movimientos muy suaves. Miro atentamente sus ojos y su boca, buscando el signo del día que empieza.
Mis dedos acarician despacito, buscando el renacer. Ella ronronea y me relajo. Nos acomodamos al ritmo de un deseo fuerte y dulce, de nubes y de sol, apacible como olas de acantilado.
Estaba muy cómica así, con sus pelos revueltos y esa bata que arrastraba por el suelo. Me acerqué a ella y la abracé. La sentí muy frágil, temblando. Pensé que si apretaba un poco el abrazo, se quebraría, como un pajarito.”
Mario Vargas Llosa, Fragmento
Ternura a mares, una explosión que sonríe. Dar, solo eso. Guardar el abandono que nos hace más fuertes. Un día, un segundo, un existir, qué importa. Dejarse ir.
En el abrazo, lentamente hierve mi sangre y se hace azul o de niebla. Mi mano va a su sexo, con movimientos muy suaves. Miro atentamente sus ojos y su boca, buscando el signo del día que empieza.
Mis dedos acarician despacito, buscando el renacer. Ella ronronea y me relajo. Nos acomodamos al ritmo de un deseo fuerte y dulce, de nubes y de sol, apacible como olas de acantilado.
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