Cuando entró al baño público, lo primero que vio fue ese culo hermoso de una mujer. Las nalgas redondas dentro del pantalón ajustado. Se adivinaban duras esas curvas. Buenas para el tacto. Los dedos de Ana se fueron hacia allí por un momento grande en la imaginación, pero muy corto en la realidad. Subió la vista hacia el pelo lacio y largo, quizás con el ligero temor, de que al voltear, su dueña la sorprendiera mirando su trasero. Ana mejor siguió sus pasos y cortó el papel. Se metió a un privado. A la portadora de esas nalgas nunca le miró el rostro
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