Quizás en el gemido se encuentre la agonía del renacer. Me gusta regalarme esos sonidos del deseo. Me gusta regalárselos a quien le agrada escucharlos. Si me dicen entre risas “Calla un poco”, entiendo que es el pudor que habla. Si los guardo, si empaqueto esa música en mi cuerpo; siento que no muero del todo. Esos ruidos del placer son escapes muy pequeños de una explosión contenida, que aguarda, que espera la muerte intensa de una vida que se repite.
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