Dejé caer los lentes que se detuvieron en la cuerda alrededor de mi cuello. Como estoy desnuda, los anteojos jugaron con mis senos. A un lado y al otro, sin peso, pero haciendo cosquillas.
De vuelta. Creo que la página en blanco llegó para quedarse. A veces escribo como antes, pero no de corrido. La pluma hace pausas. Al principio me desesperaba porque me brotaran las palabras. Pero menos así.
Cuando llegan dos que tres, las dejo ahí.
Ahora tarda en llenarse esa hoja. Antes se llenaba sola. Cerraba los ojos y la tinta corría.
Otro día ni podía leerlo o la mayoría era incoherente.
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